Yo Andaba Buscando la Muerte...

La Llorona (1972)

Rodrigo Ortega Acoltzi
620


Anónimo
Óscar Chávez, 1972
Del disco de estudio "La Llorona"
Derechos en litigio


La pena y la que no es pena, Llorona,
todo es pena para mí:
ayer penaba por verte, Llorona,
y hoy peno porque te vi.

Ay de mí, Llorona;
Llorona, llévame a ver
donde de amores se olvida, Llorona,
y se empieza a padecer.

Alza los ojos y mira, Llorona,
allá en la mansión oscura,
una estrella que fulgura, Llorona y tristemente suspira:
es Venus que se retira, Llorona,
celosa de tu hermosura.

Ay de mí, Llorona;
Llorona, que sí que no.
La luz que me alumbraba, Llorona,
en tinieblas me dejó.

Dicen que el primer amor, ay Llorona,
es grande y es verdadero;
pero el último es mejor, ay Llorona,
y más grande que el primero.

Ay de mí, Llorona;
Llorona, dame una estrella.
Qué me importa que me digan, Llorona,
que tú ya no eres doncella.

Las campanas claro dicen, Llorona,
sus esquilas van cantando:
si mueres, muero contigo;
si vives, te sigo amando.
Es cierto lo que te digo, Llorona,
puedes publicarlo en bando.

Ay de mí, Llorona;
Llorona de la alta cumbre.
Yo soy como los arrieros, Llorona:
llegando y haciendo lumbre.

No me llores cuando muera, Llorona,
ni cuando me veas tendido:
llórame si tú me quieres, Llorona,
ahora que y estoy vivo.

Ay de mí, Llorona;
Llorona, yo te pidiera
que tu huipil de brocado, Llorona
me cubra cuando yo muera.

Tus trenzas causan despecho, ay Llorona,
no por negras ni sedosas,
sino porque son dichosas, Llorona,
cuando ruedan por tu pecho.

Ay de mí, Llorona;
Llorona de mi ensoñación.
En tus dos hermosas trenzas, Llorona,
se quedó mi corazón.

Cuando entrabas por la iglesia, Llorona,
te divisó el confesor.
¡Se le cayó la custodia, Llorona,
porque temblaba de amor!

Ay de mí, Llorona,
Llorona de azul de lirio.
El que no sabe de amores, Llorona,
no sabe lo que es martirio.

A mí el confesor me dijo, Llorona,
que te olvide y no te quiera;
suspirando yo le dije, Llorona:
"Ay, padre, si usted la viera".

Ay de mí, Llorona,
Llorona de azul celeste:
aunque la vida me cueste, Llorona,
no dejaré de quererte.

No es extraño que las olas, Llorona,
traigan perlas a millares,
si a las orillas del mar, ay Llorona,
te vi llorar la otra tarde.

Ay de mí, Llorona,
Llorona de cuando en cuando.
Sólo que la mar se seque, Llorona,
no me seguiré bañando.

Sé que te vas a casar, Llorona
-Anda con Dios, bien mío.
Por el tiempo que ande ausente, Llorona,
no bebas agua del río,
ni dejes amor pendiente, Llorona,
como dejaste al mío.

Ay de mí, Llorona;
Llorona, llévame al río:
 a ves si las aguas juntan Llorona,
tu corazón con el mío.

Probablemente la creación colectiva más emblemática de la música mexicana, más específicamente del Istmo de Tehuantepec, es el son La Llorona, una pieza de origen virreinal que gira alrededor de un hombre que se lamenta por no conseguir el amor de una mujer -o por no conseguir la muerte. Aparentemente, su origen se remonta a tiempos de la conquista, en que tuvieron lugar las célebres apariciones de la Chocani -Llorona en nahuatl-, una de las advocaciones de Tonantzin-Cihuacoatl, diosa madre entre los mexicas. Este personaje gritaba y gemía en las noches, ante la inminencia de la conquista y la pérdida de vidas de "sus hijos".
Durante alrededor de cuatro siglos, La Llorona ha permanecido en creación constante. Cada pueblo, cada músico, tiene su propia versión de la pieza, de longitudes variables y con cientos de versos en colectivo.
La versión de Óscar Chávez, resultado de una amplia investigación bibliográfica y de campo realizada en 1971, se divide en dos partes: una para abrir y otra para cerrar el disco homónimo. Cada parte consta de veinte estrofas y dura aproximadamente diez minutos, sin embargo, la investigación llevada a cabo por Chávez lo llevó a agrupar cerca de trescientas estrofas distintas.
Hasta la fecha, conforme, cambian los puntos de vista, las ideas y los valores de las sociedades, se siguen aumentando versos a esta obra, que de tan grande, no cabe dentro de una versión.


Andrés Henestrosa y Anónimo
Óscar Chávez, 1972
Del disco de estudio "La Llorona"
Derechos en litigio




Yo andaba buscando la muerte
cuando me encontré contigo.
De ahí tengo el corazón
en dos mitades partido:
la una le teme a la muerte;
a la otra le espanta el olvido.

Era un momento la dicha;
repentina, la alegría,
y aunque han pasado los años,
nunca ha pasado aquel día.
La dicha quedó conmigo;
ya es eterna la alegría.

Y aunque han pasado los años, 
nunca ha pasado aquel día...



De La Ixhuateca existen varias versiones. Algunas son tan diferentes que, si no tuvieran el mismo título y una estructura musical similar, podrían parecer piezas distintas.
Los primeros versos de esta versión fueron escritos por el poeta zapoteco Andrés Henestrosa, nacido en San Francisco Ixhuatán, Oaxaca, en 1906 -y fallecido en 2008, a la edad de 101 años. Sin embargo, la segunda estrofa es autoría de algún artista anónimo que la completó y le agregó música en algún punto del siglo XX. 
A pesar de ser una canción relativamente reciente, la temática es bastante similar a la de La Llorona: la muerte, encarnada -o reemplazada- por un amor.
Las diferentes versiones de La Ixhuateca se interpretan principalmente en el Istmo de Tehuantepec, durante las festividades religiosas -en Ixhuatán se venera a la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero- y las parejas bailan acompañando la pieza, compuesta, como la mayoría de los sones istmeños, en un compás de tres cuartos, también utilizado en valses.

Con La Llorona, Óscar Chávez se gana -merecidamente- el título de folklorista, y etnomusicólogo más allá del amateur. Después de una extensa revisión del material del Istmo de Tehauntepec, el disco resultó un testimonio de la tradición musical de la zona, y un homenaje a la música popular mexicana.
El trabajo iniciado en Herencia Lírica Mexicana, casi diez años antes, se ve aumentado con esta producción que puso el estilo tradicional dentro de los más populares del momento, devolviendo su principal característica a la música popular: pertenecer al pueblo.
A la fecha, La Llorona es una de las canciones mexicanas con más versiones alrededor del mundo, siendo asociada internacionalmente a nuestro país. Sin el exhaustivo trabajo iniciado por Óscar Chávez, y continuado por décadas hasta el día de hoy por músicos de todas partes, quizás sería ésta, otra de tantas melodías dejadas al olvido, encerrada dentro de una guitarra, o un arpa, o un cuatro esperando a ser cantada.


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Dónde vas, Román Castillo?

Cuni Cuni Cantaba la Rana

Fuera del Mundo