Disparos en la Noche

México 68 Vol. 1 (1995)

Rodrigo Ortega Acoltzi
620

Óscar Chávez, y L. J. Ortega
Óscar Chávez, 1994
Del disco de estudio "México 68, Vol. 1"
IM Music  Group



La masá- la masacre en Tlatelolco
nunca habré- nunca habremos de olvidar,
donde estú- donde estudiantes le dieron
su vida- su vida a la libertad.

Que me voy,
que me voy pal' paredón.
Ya paré- ya parece que la llevo
como espí- como espina en el talón.

La traición- la traición del mal gobierno
no acabá- no acababa de acabar,
y hasta al pin- y hasta al pinche de Toledo
un balá- un balazo le fue a dar.

Que me voy...

La estudiá- la estudiante que me quiera
ha de estar- ha de estar enamorada,
para llé- para llevarla a luchar
por la ré- por la rebelión armada.

Que me voy...

Vámonos- vámonos a la guerrilla;
vámonos- vámonos porque me muero.
Ya paré- ya perece que me llevo
por delán- por delante un granadero.

Que me voy...


Óscar Chávez, en 1968, tomó parte activa en el movimiento estudiantil. Durante la marcha encabezada por el Rector Barros Sierra como protesta por la toma de Ciudad Universitaria, él estaba cantando entre los jóvenes, denunciando la violación de la autonomía de la Universidad. En septiembre, se llevó a cabo un concierto improvisado en la "Plaza Roja", explanada del ahora Auditorio  y Centro Cultural Jaime Torres Bodet, dentro de las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional, en Zacatenco -de dicha presentación proviene la fotografía de la portada.
El dolor del pueblo mexicano, que llora a sus estudiantes -su futuro, su esperanza-, asesinados por el ejército -su defensa, su apoyo- durante las manifestaciones de finales de septiembre e inicios de octubre de 1968, a días de la inauguración de los juegos de la XIX Olimpiada. El 2 de octubre en Tlatelolco, el Estado se declaró para siempre, enemigo del estudiante; y en cincuenta años no ha podido borrarse aquel nombre.

Honraré a los caídos luchando; Tlatelolco no fue su final, afirma un cántico estudiantil de las marchas posteriores a aquella noche -también versionado por Chávez en el disco México 68. Este mismo sentimiento transmite la dolida Masacre en Tlatelolco, en que el cantor se declara fiel al movimiento, y afirma unirse a los guerrilleros que desde entonces en diversas partes del país han demostrado su inconformidad e indignación.


L. E. Aute y Óscar Chávez
Óscar Chávez, 1994
Del disco de estudio "México 68, Vol. 1"
IM Music Group
La metralla en la mano,
un herido muy cercano;
la masacre no termina,
una joven no respira;
una lluvia de granadas,
muchas vidas destrozadas.
¡Aleluya!

Gritos mudos que suplican,
una tierra que palpita;
los recuerdos mutilados,
los deseos apagados;
una niña que pregunta,
unos cuerpos que se anudan.
¡Aleluya!

Quince padres que suplican
les entreguen las cenizas;
la burla de un regimiento,
la sonrisa del sargento;
unas madres que se juntan,
asesinos que preguntan.
¡Aleluya!

Unos pasos sin destino
por cuarenta mil caminos;
un espanto disonante,
el infierno en un instante;
rojas flores sin su tumba,
siempre nunca -nunca, nunca.
¡Aleluya!

Éstas son las cosas
que me hacen repudiar
al gobierno loco
del fascista Díaz Ordaz.
Muera Tavo, muera Tavo.
¡Aleluya!

La razón de locura,
una luz de luna oscura;
hay disparos en la noche,
unas voces que se rompen;
una llama que se apaga,
una vida que se acaba.
¡Aleluya!

Una madre que se espanta
-tengo seca la garganta-;
el color de tiempo muerto,
un mañana siempre incierto;
hay sudor en nuestra mente,
el dolor de tanta gente.
¡Aleluya!

Un reloj sin manecillas,
mucha gente de rodillas;
unas luces de bengala,
el fragor de la metralla;
una lluvia sobre el alma,
un incendio en las entrañas.
¡Aleluya!

Hay silencio, mas no olvido;
un hijo que se ha perdido;
corre sangre sangre por el suelo:
es fiesta de granaderos;
estudiantes maltratados,
los derechos pisoteados.
¡Aleluya!

Éstas son las cosas...


Aleluya, célebre pieza de Luis Eduardo Aute, adquiere un aire doloroso en la adaptación de Óscar Chávez, a través de flashes, instantáneas fugaces de la masacre. Agudos, simples, los versos van oscureciendo -a medida que aportan luz sobre la escena- el suceso. A pesar de ser una canción escrita casi treinta años después de 1968, la canción es fresca, como si hubiera sido escrita en el mes olímpico.


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Dónde vas, Román Castillo?

Cuni Cuni Cantaba la Rana

Fuera del Mundo